Siempre se dice que quien trabaja en algo que le gusta es un afortunado, y aunque algo de verdad tiene esta afirmación, no la comparto al cien por cien.
Existe una gran diferencia entre trabajar en algo que te gusta y trabajar en algo que te apasiona. Y donde radica el matiz diferencial es precisamente en el significado de la palabra «apasiona».
Te apasiona una actividad que consigue que estés tan centrado en ella que los muros de la realidad se disipan y no hay más, ni hambre, ni frio, ni calor, ni ruido, ni tiempo.
Lo reconozco, la farmacia hospitalaria me gusta, pero escribir me apasiona.
Cuando fluyen solas las palabras desde el fondo de un cuerpo extrañamente etéreo, cuando el tiempo desaparece, cuando todo mi ser se funde en la sutil dama de las sombras, ese y no otro es el auténtico estado en que podría decir que me apasiona lo que hago.
La sutil dama de las sombras, esa que me llama y se esconde, esa que me encuentra y se hace la esquiva, esa que me mira de frente y me tiene. La sutil dama de las sombras, la inspiración, y digo la, porque intuyo que en ningún caso es mía, y que tan solo me deja reflejos de su fragancia.
Trabajar en algo que te gusta en vez de en algo que no, está muy bien, y es aconsejable, pero no deja de ser un acuerdo de mínimos con la vida.
Busquemos a la sutil dama de las sombras, porque a pesar de lo ténue y vaporoso de su existencia, o precisamente por ello, cuando la encuentras, vives.
Javier
Siempre se dice que quien trabaja en algo que le gusta es un afortunado, y aunque algo de verdad tiene esta afirmación, no la comparto al cien por cien.
Existe una gran diferencia entre trabajar en algo que te gusta y trabajar en algo que te apasiona. Y donde radica el matiz diferencial es precisamente en el significado de la palabra «apasiona».
Te apasiona una actividad que consigue que estés tan centrado en ella que los muros de la realidad se disipan y no hay más, ni hambre, ni frio, ni calor, ni ruido, ni tiempo.
Lo reconozco, la farmacia hospitalaria me gusta, pero escribir me apasiona.
Cuando fluyen solas las palabras desde el fondo de un cuerpo extrañamente etéreo, cuando el tiempo desaparece, cuando todo mi ser se funde en la sutil dama de las sombras, ese y no otro es el auténtico estado en que podría decir que me apasiona lo que hago.
La sutil dama de las sombras, esa que me llama y se esconde, esa que me encuentra y se hace la esquiva, esa que me mira de frente y me tiene. La sutil dama de las sombras, la inspiración, y digo la, porque intuyo que en ningún caso es mía, y que tan solo me deja reflejos de su fragancia.
Trabajar en algo que te gusta en vez de en algo que no, está muy bien, y es aconsejable, pero no deja de ser un acuerdo de mínimos con la vida.
Busquemos a la sutil dama de las sombras, porque a pesar de lo ténue y vaporoso de su existencia, o precisamente por ello, cuando la encuentras, vives.
Javier