Si tuviera que contestar directamente a la pregunta de si estoy a favor o en contra de esta vuelta, mi contestación sería “Luces y sombras”. Y es que éste no es un tema de blanco o negro, o de sí o no. Es un tema de matices y de perspectivas, y que requiere de un elemento básico inicial, enfocar la reflexión posicionando al paciente en el centro de la actividad asistencial, considerando además que él es el fin y no un mero medio para conseguir otras cosas.

Una reflexión que creo debe hacerse sobre tres perspectivas diferentes, la asistencial, la social y la legal.

Desde una perspectiva asistencial, lo primero que el paciente puede cuestionarse es si es factible que reciba la misma atención farmacéutica en una oficina de farmacia que en un servicio de farmacia hospitalaria. Y aunque en un amplio porcentaje de elementos constituyentes de esta atención farmacéutica la respuesta sería sí (al menos teoricamente), hay un elemento diferencial básico que impide que el núcleo de valor asistencial de la atención farmacéutica especializada sea realizada desde la oficina de farmacia, la ausencia de acceso a la historia clínica del paciente, así como un acceso muy complicado en la práctica a los especialistas médicos que atienden a estos pacientes, siendo ambas circunstancias dos de las principales “sombras” existentes.

Se puede hacer una dispensación “activa”, se puede informar y/o educar al paciente sobre concienciación de la importancia del tratamiento, información de medicamentos, dieta y estilo de vida, y sobre los procesos administrativos relacionados con su continuidad asistencial. Se pueden trasladar, si se conocen, mensajes unificados con otros profesionales sanitarios, y sí, se pueden valorar interacciones, efectos adversos, y la adherencia al tratamiento, pero, ¿donde se informa de las circunstancias que puedan detectarse?, si NO hay acceso a la historia clínica. Y sobre todo, sin este acceso a la historia clínica NO es viable realizar una adecuada gestión farmacoterapéutica del tratamiento, ni una adecuada validación del mismo. Y tampoco es factible asumir la responsabilidad inherente a cualquier aspecto relacionado con el tratamiento que se derive de acceder y participar de la historia clínica del paciente.

También he de decir, llegados a este punto, que ante la pregunta de, ¿deberían los farmacéuticos comunitarios poder acceder a la historia clínica de un paciente?, mi opinión personal es clara, SÍ. Es más, no creo que se pueda afirmar que la oficina de farmacia está integrada en el sistema nacional de salud, tanto en cuanto no se disponga de este acceso, al menos desde una perspectiva asistencial.

Desde una perspectiva social del paciente, influyen diversos elementos, aunque sin duda, la comodidad o facilidad de acceso a la medicación es uno de los que en teoría más pueden ser demandados. En este punto, nuestra farmacia comunitaria tiene, sin duda, una gran “luz” dada la gran red de oficinas de farmacia y de profesionales que la sustentan, aunque también lleva algunas sombras asociadas a la misma.

Es importante considerar la variabilidad interpatología, que existe y muy clara, pero sobre todo, la variabilidad intrapatología, o dicho de otro modo, cada paciente es un mundo, con expectativas, necesidades y deseos muy diferentes.

No hay que olvidar que los pacientes siguen acudiendo al hospital para sus visitas, y que se intenta siempre que sea posible ajustar las consultas de atención farmacéutica y dispensación de medicamentos a las visitas al especialista, por lo que en realidad, la comodidad entendida como no traslado al hospital puede ser aplicable en determinados pacientes, habitualmente crónicos y estables, pero no en todos. También existen alternativas que pueden eliminar parte de estos viajes como el Home Delivery, la “dispensación delegada”, la dispensación desde los Centros de Atención Primaria en aquellas comunidades en las que haya un farmacéutico en los mismos, u otras. Y finalmente, existen pacientes que les gusta y prefieren ir al hospital, y así lo manifiestan, al igual que habrá otros que les gustará y preferirán ir, sin duda, a su oficina de farmacia.

La comodidad entendida como ausencia de esperas es, en función del paciente, otro elemento de gran importancia, otra probable “luz” de la farmacia comunitaria. Es verdad que el incremento en el número de pacientes, visitas y dispensaciones, así como la creciente complejidad de los tratamientos y el incremento de carga administrativa que imponen las administraciones sanitarias hacen que las esperas en las unidades de pacientes externos de los servicios de farmacia hospitalaria sean mayores de las deseadas. Pero también es verdad que cambios estructurales como la gestión de citas y/o ampliación de horarios, pueden ayudar a minimizar estas esperas, y así lo hacen donde están implementados. Y de paso soslayan otro elemento importante de la perspectiva social, la pérdida de horas de trabajo de pacientes que deben acudir en horario laboral a recoger su medicación. No obstante, las esperas no son exclusivas del ámbito hospitalario y existen en todas partes, o acaso la farmacia comunitaria va a tener inventario permanente de estos medicamentos. Lógicamente no, y el “vuelva usted esta tarde o mañana”, aparte de la propia cola en la oficina de farmacia, y de la visita al inspector para el visado, también suponen esperas.

Desde la perspectiva social también hay que reflexionar inevitablemente sobre el coste de esta comodidad. Según se plantee el modelo retributivo de la misma tendrá un mayor o menor coste económico, pero innegablemente lo tendrá. Y aquí surge otra gran “sombra”, el coste-oportunidad de la medida. En este sentido, creo que hay una pregunta que resume este aspecto, y que cabría realizar a los pacientes: ¿que es más importante desde su perspectiva, poder acceder a la innovación, o tener la máxima comodidad?. Yo lo tendría claro si fuera paciente, al igual que lo tengo claro siendo solo ciudadano. No obstante, si conseguimos que el coste oportunidad de esta comodidad extra sea asumible, perfecto.

Y sin abandonar el tema de costes, la devolución de estos medicamentos que en la práctica ocurre en determinados casos, y el ahorro que se deriva de su adecuada gestión, es otro factor a considerar ante un hipotético cambio de modelo.

La privacidad y confidencialidad es otro elemento importante desde la perspectiva social. En los hospitales se ha hecho un esfuerzo importante en este sentido con consultas, sistemas de información y sistemas de dispensación que aseguren la mayor privacidad y confidencialidad para los pacientes. En la farmacia comunitaria esto tampoco debería ser un problema, y probablemente muchas oficinas de farmacia ya estarán acondicionadas para ello, pero el resto tendrá que hacerlo. Y a este respecto cabe otra reflexión, y es que según patologías o pacientes, algunos querrán ir a sus oficinas de farmacia, pero otros precisamente lo contrario, preferirán ir donde no se les conozca, e incluso puede que vayan cambiando permanentemente de oficina de farmacia.

Desde la perspectiva legal no existe duda, ya que la reforma en el año 2011 y posteriores del art. 2 de la Ley de Garantías justifica legalmente la dispensación desde los servicios de farmacia hospitalaria sin necesidad de visado a pacientes no hospitalizados, de aquellos medicamentos que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acuerde establecer reservas singulares.

Es verdad que se ha producido una sentencia del Tribunal Supremo, avalando la resolución del Tribunal Superior de Andalucía donde se anulaba la resolución del SAS SC 0403/2010 que ordenaba la salida de ciertos medicamentos DH de especial vigilancia desde las oficinas de farmacia a los servicios de farmacia hospitalaria. Pero es importante aclarar y entender que esta anulación se fundamenta en la ausencia de competencia del SAS para esta decisión, que pertenece al Estado, y no entra en materia.

Dicho esto, y aunque puedan producirse otras anulaciones de resoluciones similares dictadas a nivel autonómico, cualquier cambio en la ubicación de dispensación de este grupo de medicamentos requiere de una modificación de la Ley de Garantías. Y aunque esta modificación puede darse en dicho sentido, no olvidemos tampoco que la AEMPS tiene la competencia para ampliar los grupos de medicamentos con reservas singulares, por lo que también puede generar en la práctica el efecto contrario.

Luces y sombras, sin lugar a dudas. Pero sea cual sea el devenir de los acontecimientos hay cosas que tienen que ir cambiando, porque el único modelo verdaderamente válido poniendo al paciente en el centro del sistema es aquel que aproveche las luces de todos los ámbitos del sistema sanitario, y minimice sus sombras desde una perspectiva global. Aquél que busque la sinergia con todos sus elementos.

No creo que en este momento sea adecuada la vuelta de los medicamentos DHDH a la farmacia comunitaria. Veo muchas sombras frente a algunas luces.

Pero eso no quita para que también crea que es factible alcanzar en el futuro un modelo colaborativo, extensible a cualquier tipo de medicamento y no necesariamente solo para estos medicamentos DHDH (o biológicos, o biosimilares,…), donde un paciente tenga disponible una atención farmacéutica coordinada entre farmacia comunitaria y farmacia hospitalaria y de atención primaria que le permita recibirla en un sitio o en otro en función de la evolución de su patología por derivación desde el hospital, o también de sus preferencias en la medida de lo posible, vehiculizada o soportada a través de su historia clínica.

Javier

Si tuviera que contestar directamente a la pregunta de si estoy a favor o en contra de esta vuelta, mi contestación sería “Luces y sombras”. Y es que éste no es un tema de blanco o negro, o de sí o no. Es un tema de matices y de perspectivas, y que requiere de un elemento básico inicial, enfocar la reflexión posicionando al paciente en el centro de la actividad asistencial, considerando además que él es el fin y no un mero medio para conseguir otras cosas.

Una reflexión que creo debe hacerse sobre tres perspectivas diferentes, la asistencial, la social y la legal.

Desde una perspectiva asistencial, lo primero que el paciente puede cuestionarse es si es factible que reciba la misma atención farmacéutica en una oficina de farmacia que en un servicio de farmacia hospitalaria. Y aunque en un amplio porcentaje de elementos constituyentes de esta atención farmacéutica la respuesta sería sí (al menos teoricamente), hay un elemento diferencial básico que impide que el núcleo de valor asistencial de la atención farmacéutica especializada sea realizada desde la oficina de farmacia, la ausencia de acceso a la historia clínica del paciente, así como un acceso muy complicado en la práctica a los especialistas médicos que atienden a estos pacientes, siendo ambas circunstancias dos de las principales “sombras” existentes.

Se puede hacer una dispensación “activa”, se puede informar y/o educar al paciente sobre concienciación de la importancia del tratamiento, información de medicamentos, dieta y estilo de vida, y sobre los procesos administrativos relacionados con su continuidad asistencial. Se pueden trasladar, si se conocen, mensajes unificados con otros profesionales sanitarios, y sí, se pueden valorar interacciones, efectos adversos, y la adherencia al tratamiento, pero, ¿donde se informa de las circunstancias que puedan detectarse?, si NO hay acceso a la historia clínica. Y sobre todo, sin este acceso a la historia clínica NO es viable realizar una adecuada gestión farmacoterapéutica del tratamiento, ni una adecuada validación del mismo. Y tampoco es factible asumir la responsabilidad inherente a cualquier aspecto relacionado con el tratamiento que se derive de acceder y participar de la historia clínica del paciente.

También he de decir, llegados a este punto, que ante la pregunta de, ¿deberían los farmacéuticos comunitarios poder acceder a la historia clínica de un paciente?, mi opinión personal es clara, SÍ. Es más, no creo que se pueda afirmar que la oficina de farmacia está integrada en el sistema nacional de salud, tanto en cuanto no se disponga de este acceso, al menos desde una perspectiva asistencial.

Desde una perspectiva social del paciente, influyen diversos elementos, aunque sin duda, la comodidad o facilidad de acceso a la medicación es uno de los que en teoría más pueden ser demandados. En este punto, nuestra farmacia comunitaria tiene, sin duda, una gran “luz” dada la gran red de oficinas de farmacia y de profesionales que la sustentan, aunque también lleva algunas sombras asociadas a la misma.

Es importante considerar la variabilidad interpatología, que existe y muy clara, pero sobre todo, la variabilidad intrapatología, o dicho de otro modo, cada paciente es un mundo, con expectativas, necesidades y deseos muy diferentes.

No hay que olvidar que los pacientes siguen acudiendo al hospital para sus visitas, y que se intenta siempre que sea posible ajustar las consultas de atención farmacéutica y dispensación de medicamentos a las visitas al especialista, por lo que en realidad, la comodidad entendida como no traslado al hospital puede ser aplicable en determinados pacientes, habitualmente crónicos y estables, pero no en todos. También existen alternativas que pueden eliminar parte de estos viajes como el Home Delivery, la “dispensación delegada”, la dispensación desde los Centros de Atención Primaria en aquellas comunidades en las que haya un farmacéutico en los mismos, u otras. Y finalmente, existen pacientes que les gusta y prefieren ir al hospital, y así lo manifiestan, al igual que habrá otros que les gustará y preferirán ir, sin duda, a su oficina de farmacia.

La comodidad entendida como ausencia de esperas es, en función del paciente, otro elemento de gran importancia, otra probable “luz” de la farmacia comunitaria. Es verdad que el incremento en el número de pacientes, visitas y dispensaciones, así como la creciente complejidad de los tratamientos y el incremento de carga administrativa que imponen las administraciones sanitarias hacen que las esperas en las unidades de pacientes externos de los servicios de farmacia hospitalaria sean mayores de las deseadas. Pero también es verdad que cambios estructurales como la gestión de citas y/o ampliación de horarios, pueden ayudar a minimizar estas esperas, y así lo hacen donde están implementados. Y de paso soslayan otro elemento importante de la perspectiva social, la pérdida de horas de trabajo de pacientes que deben acudir en horario laboral a recoger su medicación. No obstante, las esperas no son exclusivas del ámbito hospitalario y existen en todas partes, o acaso la farmacia comunitaria va a tener inventario permanente de estos medicamentos. Lógicamente no, y el “vuelva usted esta tarde o mañana”, aparte de la propia cola en la oficina de farmacia, y de la visita al inspector para el visado, también suponen esperas.

Desde la perspectiva social también hay que reflexionar inevitablemente sobre el coste de esta comodidad. Según se plantee el modelo retributivo de la misma tendrá un mayor o menor coste económico, pero innegablemente lo tendrá. Y aquí surge otra gran “sombra”, el coste-oportunidad de la medida. En este sentido, creo que hay una pregunta que resume este aspecto, y que cabría realizar a los pacientes: ¿que es más importante desde su perspectiva, poder acceder a la innovación, o tener la máxima comodidad?. Yo lo tendría claro si fuera paciente, al igual que lo tengo claro siendo solo ciudadano. No obstante, si conseguimos que el coste oportunidad de esta comodidad extra sea asumible, perfecto.

Y sin abandonar el tema de costes, la devolución de estos medicamentos que en la práctica ocurre en determinados casos, y el ahorro que se deriva de su adecuada gestión, es otro factor a considerar ante un hipotético cambio de modelo.

La privacidad y confidencialidad es otro elemento importante desde la perspectiva social. En los hospitales se ha hecho un esfuerzo importante en este sentido con consultas, sistemas de información y sistemas de dispensación que aseguren la mayor privacidad y confidencialidad para los pacientes. En la farmacia comunitaria esto tampoco debería ser un problema, y probablemente muchas oficinas de farmacia ya estarán acondicionadas para ello, pero el resto tendrá que hacerlo. Y a este respecto cabe otra reflexión, y es que según patologías o pacientes, algunos querrán ir a sus oficinas de farmacia, pero otros precisamente lo contrario, preferirán ir donde no se les conozca, e incluso puede que vayan cambiando permanentemente de oficina de farmacia.

Desde la perspectiva legal no existe duda, ya que la reforma en el año 2011 y posteriores del art. 2 de la Ley de Garantías justifica legalmente la dispensación desde los servicios de farmacia hospitalaria sin necesidad de visado a pacientes no hospitalizados, de aquellos medicamentos que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acuerde establecer reservas singulares.

Es verdad que se ha producido una sentencia del Tribunal Supremo, avalando la resolución del Tribunal Superior de Andalucía donde se anulaba la resolución del SAS SC 0403/2010 que ordenaba la salida de ciertos medicamentos DH de especial vigilancia desde las oficinas de farmacia a los servicios de farmacia hospitalaria. Pero es importante aclarar y entender que esta anulación se fundamenta en la ausencia de competencia del SAS para esta decisión, que pertenece al Estado, y no entra en materia.

Dicho esto, y aunque puedan producirse otras anulaciones de resoluciones similares dictadas a nivel autonómico, cualquier cambio en la ubicación de dispensación de este grupo de medicamentos requiere de una modificación de la Ley de Garantías. Y aunque esta modificación puede darse en dicho sentido, no olvidemos tampoco que la AEMPS tiene la competencia para ampliar los grupos de medicamentos con reservas singulares, por lo que también puede generar en la práctica el efecto contrario.

Luces y sombras, sin lugar a dudas. Pero sea cual sea el devenir de los acontecimientos hay cosas que tienen que ir cambiando, porque el único modelo verdaderamente válido poniendo al paciente en el centro del sistema es aquel que aproveche las luces de todos los ámbitos del sistema sanitario, y minimice sus sombras desde una perspectiva global. Aquél que busque la sinergia con todos sus elementos.

No creo que en este momento sea adecuada la vuelta de los medicamentos DHDH a la farmacia comunitaria. Veo muchas sombras frente a algunas luces.

Pero eso no quita para que también crea que es factible alcanzar en el futuro un modelo colaborativo, extensible a cualquier tipo de medicamento y no necesariamente solo para estos medicamentos DHDH (o biológicos, o biosimilares,…), donde un paciente tenga disponible una atención farmacéutica coordinada entre farmacia comunitaria y farmacia hospitalaria y de atención primaria que le permita recibirla en un sitio o en otro en función de la evolución de su patología por derivación desde el hospital, o también de sus preferencias en la medida de lo posible, vehiculizada o soportada a través de su historia clínica.

Javier