Y de repente aparece, deseada aunque inesperada, por mucho que en silencios desesperados no haya dejado de gritarla.

Atraviesa sin pudor el vacío emocional, la ruptura cognitiva, la desazón amarga de la confianza mal depositada y la soledad de sueños desertados, acabando con la diáspora emocional de la rendición aceptada.

Y dejo de mirar al suelo, despacio, con suavidad, tomando consciencia de la catarsis existencial mientras mis ojos se elevan hacia el horizonte con la rabia del que se ha dejado vencer, con el orgullo del caído que se vuelve a levantar.

Lo reconozco, a veces, solo a veces, un entorno con tanta mediocridad, tanta demagogia, tanto afán de lucro, tanto comportamiento interesado y tanta falsedad, acaba pasándome factura y consigue que solo mire al suelo, aunque sea en acto reflejo de supervivencia, por aquello de tener claro donde pisar.

Pero cuando un hombre mira demasiado tiempo al suelo deja de ver mas allá, deja de ver objetivos, deja de ver destinos, deja de ver sueños. Y cuando desaparecen los objetivos, los destinos y los sueños, tan solo la obscuridad inducida le rodea.

Y de repente, hay acordes que me recuerdan quien, qué y como soy, que me gritan que no soy como ellos, que me elevan y me levantan, que me despiertan el orgullo adormecido, que me hacen vibrar acompasado conmigo mismo.

Y de repente, vuelvo a mirar al frente.

Y de repente aparece, deseada aunque inesperada, por mucho que en silencios desesperados no haya dejado de gritarla.

Atraviesa sin pudor el vacío emocional, la ruptura cognitiva, la desazón amarga de la confianza mal depositada y la soledad de sueños desertados, acabando con la diáspora emocional de la rendición aceptada.

Y dejo de mirar al suelo, despacio, con suavidad, tomando consciencia de la catarsis existencial mientras mis ojos se elevan hacia el horizonte con la rabia del que se ha dejado vencer, con el orgullo del caído que se vuelve a levantar.

Lo reconozco, a veces, solo a veces, un entorno con tanta mediocridad, tanta demagogia, tanto afán de lucro, tanto comportamiento interesado y tanta falsedad, acaba pasándome factura y consigue que solo mire al suelo, aunque sea en acto reflejo de supervivencia, por aquello de tener claro donde pisar.

Pero cuando un hombre mira demasiado tiempo al suelo deja de ver mas allá, deja de ver objetivos, deja de ver destinos, deja de ver sueños. Y cuando desaparecen los objetivos, los destinos y los sueños, tan solo la obscuridad inducida le rodea.

Y de repente, hay acordes que me recuerdan quien, qué y como soy, que me gritan que no soy como ellos, que me elevan y me levantan, que me despiertan el orgullo adormecido, que me hacen vibrar acompasado conmigo mismo.

Y de repente, vuelvo a mirar al frente.